Cuando hacemos referencia al organigrama propio de una empresa o compañía, en el imaginario social aparece la imagen de un complejo sistema jerárquico estructurado a partir de diferentes estratos. Una escala de más a menos en torno a las diferentes líneas de poder y dominación existentes en el ámbito organizativo. Históricamente, dicho sea de paso, aceptadas entre todos los agentes que las conforman.
A raíz de las últimas crisis económicas, tanto la vivida en 2008 como la surgida a través de la pandemia de la COVID 19. Cada vez son más las empresas que comienzan a cambiar de perspectiva. Diluyendo los límites de la organización entendida como la estratificación de poder, para pasar a una estructura basada en el organicismo.
La empresa como sistema orgánico autoorganizado
Si atendemos a la definición de empresa de Frederic Laloux en Reinventar las organizaciones, son tres los elementos que deben interiorizar las nuevas empresa que desean integrar un ethos orgánico:
- Propósito evolutivo: Una empresa debe estar en constante evolución. Como cualquier otro ser orgánico.
- Equipos autoorganizados: A través de la revolución digital se han derribado los organigramas jerarquizados. Empresas del tamaño de Nike han desistido a tenerlos, como consecuencia de la rapidez con la que cambian y se adaptan sus equipos.
- Plenitud: La empresa debe estar al servicio del capital humano. No a la inversa. Aunque siempre guiadas a través de unos objetivos a alcanzar.
La autooganziación como fin
El principio del que deben partir las empresas que tiendan hacia horizontes autoorganizados es que los elementos que las componen no deben servir como elementos de control mutuo.
El liderazgo, entendiéndolo como una figura a la que reportar de manera autoritaria debe desaparecer y deslizarse hacia formas de gestión mucho más flexibles y amigables. Los elementos impostores de autoridad de manera unilateral deben desaparecer de manera progresiva. Hasta encontrar nuevas fórmulas que permitan a todos los integrantes de una empresa trabajar en condiciones óptimas.
La literatura en torno a la Sociología del Trabajo lleva tiempo acuñando el término de sociocracia. Como sistema autoorganizado de trabajo en el que todos los integrantes de una empresa tienen el mismo poder a la hora de tomar decisiones que influyan en el futuro y el funcionamiento de la empresa.
El futuro de las organizaciones
Una nueva integración de los valores en torno a la organización empresa da como resultado una doble realidad a la que enfrentarse:
- Por un lado, el temor de todas aquellas personas con poder que tienen miedo a qué papel tendrán desde el momento en el que se conviertan en iguales que sus compañeros. Si ahondamos más en este comportamiento, lo más probable es que nos encontremos con un temor hacia la desorganización. La falta de estructuras dominantes, para este tipo de perfiles profesionales, se convertirá en la predominancia del caos.
- En segundo término, de manera antagonista al anterior caso, nos encontramos ante la entrada al mercado profesional de nuevos perfiles profesionales que rehuyen de las estructuras de poder. Para las nuevas generaciones, el poder es arcaico y se encuentra arraigado en el pasado. Los jefes, que no los líderes, son tenidos en cuenta como un importante freno para su carrera profesional.
Para las empresas, definir una misión en común es imprescindible para mantener el orden y la estructura incluso cuando la empresa es capaz de organizarse sin estructuras de poder y jerárquicas latentes. Contar con un objetivo compartido entre los miembros, será la clave para asegurar su supervivencia y crecimiento.