Que el ecosistema digital ha pivotado drásticamente durante los últimos años no es, en el momento de escribir estas líneas, ningún secreto para nadie. La capacidad de las empresas para adaptarse a las nuevas formas de organización es una de las claves en términos de supervivencia, siendo necesario para poder enfrentarse a las diferentes realidades que se van sucediendo en el entorno actual.
Desde el año 2020, vivimos en un impulso creciente por parte del mercado digital. Siendo una de las claves que ha permitido que las empresas puedan actuar como interesantes entes recolectores de datos. No obstante, la velocidad a la que avanza este proceso de digitalización ha provocado que actualmente no todas las empresas sean capaces de tratar estos datos de manera adecuada hasta poder obtener el retorno esperado.
Según eMarketer, el 76% de las empresas afirman no tener la capacidad para transformar datos de manera automatizada, siendo necesario involucrarse en todo este proceso para poder mejorar la experiencia ofrecida al usuario.
El gran reto
Durante los últimos cinco años, el comportamiento del cliente ha cambiado de manera tan exponencial como dinámica. Esto puede suponer una notable oportunidad para las empresas, que se encuentran con un cada vez mayor número de opciones para impactar en sus clientes y conocer cuáles son sus necesidades actuales y futuras.
Sin embargo, el problema llega cuando las empresas no son capaces de cambiar su metodología, estrategia y, en general, ADN al mismo ritmo que cambian sus clientes. Es entonces cuando se produce una disociación entre ambos agentes. Es entonces cuando el concepto de Inteligencia Ágil asume todo el protagonismo.
Inteligencia Ágil: Hacia una toma de decisiones dinámicas
Las empresas asumen una perspectiva de dependencia hacia el dato. Siendo necesario aportar las herramientas y tecnologías que sean suficientes para poder interpretar estos datos, entenderlos y utilizarlos hacia nuestro favor.
Una vez integradas, es cuando la Inteligencia Ágil comienza a ser una pieza fundamental en nuestra estructura de toma de decisiones. Se trata de tomar el mismo número de decisiones a los que nuestra organización tiene que hacer frente en el día a día, pero con mejoras en áreas de información que nos permiten poder obedecer a razones basadas en el estudio del cliente, el mercado o la ubicación en la que nos encontramos. Todos estos atributos se analizan a tiempo real y se adaptan al campo de referencia ante el que nos encontremos: marketing, ecommerce, operaciones o cualquier otro.
El proceso de toma de decisiones
El proceso de toma de decisiones basado en Inteligencia Ágil debe cambiar respecto a los procesos habituales. En este sentido, son tres los atributos que cobran relevancia:
- Por un lado, la ubicación entendida como un elemento que va más allá de lo puramente físico, para centrarse también en los dispositivos que se utilizan dentro del ecosistema digital.
- En segundo lugar, el mercado: ¿Cuáles son los movimientos que se están produciendo en en ámbito sobre el que queremos impactar?
- Por último, el cliente. Entendiéndolo no solo como un agente, sino también como un contexto.
La digitalización no solo impacta en los entornos empresariales y personales, sino también de manera transversal en la vida social. Su evolución, y aprovechamiento, estará determinada por la capacidad de las empresas para dar una respuesta eficaz a la interpretación a tiempo real del conjunto de datos obtenido.