Si nos paramos a reflexionar, seguro que todos encontramos un denominador común que se ha convertido en el objetivo a batir de todos los medios, empresas y organizaciones que tienen presencia en el ámbito digital: la atención del usuario. Para las empresas de todo el mundo, ser capaces de conquistar nuestra atención se ha convertido en un objetivo tan claro como desafiante.
Ante un escenario dominado por los estímulos externos y las constantes interrupciones en forma de notificaciones a través de una pantalla digital en forma de tablet, móvil o, incluso, reloj, ¿es posible crear un contenido lo suficientemente atractivo cómo para captar nuestra atención durante más de unos cuantos segundos? Es en este punto cuando la economía de la atención entre en juego.
¿Qué es la economía de la atención?
A partir de la abundancia y de la extrema facilidad al consumo y acceso de información, como sujetos nos encontramos inmersos en un cambio de paradigma a nivel comunicativo. La información, ahora, es tenida en cuenta como un sujeto que consume atención humana. Por lo tanto, el conjunto de informaciones compiten por ser capaces de atraer el máximo grado de atención humana.
Por lo tanto, asistimos a un cambio de paradigma que sitúa al mensaje como un producto, no como un destino. Cada soporte externo que actúa como vehículo de este producto se convierte en un elemento cuyo principal objetivo es atraer nuestra atención. Cuanto más tiempo, mejor.
Para entenderlo, basta con mirar el modelo publicitario actual. Las empresas focalizan sus esfuerzos en la creación de mensajes que sean capaz de captar nuestra atención. Y, solo entonces, comenzar a monetizar por cada segundo de la misma. La tecnología actual, desde el teléfono móvil hasta los relojes inteligentes, basan su ethos en su capacidad para reunir a nuestros sentidos sobre ellos.
Luchando contra la «pobreza de atención»
El concepto de economía de la atención fue inaugurado por primera vez por el Premio Nobel de Economía Herbert Simon en el año 2009. Para el teórico estadounidense, «una gran cantidad de información genera una pobreza de atención». Existiendo una «necesidad de asignar esa atención de manera eficiente entre la sobreabundancia de fuentes de información que pueden consumirla».
Según el economista Josef Falkinger, la atención es el «prerresquito de toda transacción económica». Tal y como afirmó en el año 2003. La falta de atención se convierte, por tanto, en un nuevo coste que debe permanecer intrínseco en el valor monetario de cada bien o servicio. Puesto que, con el paso de los años, se ha convertido en uno de los grandes generadores de pérdidas económicas.
La contaminación de la información: la externalidad como sujeto rentable
¿Quién no ha recibido un correo electrónico durante los últimos siete días que, sin leerlo, no ha tenido dudas en desecharlo? Efectivamente, el spam es la representación más básica, potente y natural de la contaminación de la información.
El fenómeno del spam, correo no deseado en castellano, adquiere su forma de ser si tenemos en cuenta el coste de la externalidad. Un fallo del mercado económico que define la imposición de cargas que causa una actividad en el mercado. El coste de distribución se reparte entre los diferentes proveedores de correo electrónico. Imperceptibles para el emisor. Por lo que en muchos casos, una única apertura es suficiente para rentabilizar esta contaminación de información. Siendo un producto cada vez más atractivo en términos de coste / beneficio.
Economía de la información vs Economía de la distracción
Como ocurre con cada ciclo económico, las crisis son un agente más a tener en cuenta. Y, en un escenario dominado por la economía de la información, la crisis a la que nos enfrentamos no es económica. Sino de atención. En entornos en los que la sobrecarga de información se convierte en una pieza clave de nuestro ADN, el autocontrol es la píldora para lidiar contra la distracción.
La guerra comercial se sitúa ahora no solo en crear contenido de calidad, capaz de captar nuestra atención. Sino en ser capaces de crear estímulos que logren interrumpir la atención y desviarla hacia plataformas previamente analizadas. Tratando de convertir cada interrupción en una transacción económica.