Según la RAE, el concepto de Emerger hace referencia a brotar, salir a la superficie del agua u otro líquido. En su aplicación en el ámbito tecnológico, el concepto de emergencia hace referencia a una nueva solución, producto, aplicación o servicio que irrumpe en un escenario ya establecido y que, por su idiosincrasia, permite redefinir una naturaleza que ya había sido dibujada previamente. Y que, además, promete una serie de condiciones muy ventajosas en concepto de optimización y eficiencia.
La Inteligencia Artificial ejemplifica esta condición en toda su extensión. Según McKinsey, el 70% de las empresas habrán adoptado algún tipo de tecnología de Inteligencia Artificial en el año 2030. Una tendencia que demuestra el rendimiento que se espera de la misma. No obstante, litigia de frente con una cuestión muy relevante: los derechos fundamentales. Y, en consecuencia, con la legislación existente.
Participación democrática, privacidad, vigilancia… Y la Inteligencia Artificial como ente regulativo
Desde sus primeras manifestaciones, el concepto de Inteligencia Artificial siempre ha tenido una relación directa con el concepto de innovación. Una innovación que si no se acota en un tiempo, espacio y forma, puede traducirse en una notable amenaza para el desarrollo de los derechos humanos.
Si dejamos en manos de los algoritmos de IA la moderación del contenido web o se desarrollan conceptos como la vigilancia biométrica, como ya tenía intención de aplicar Mercadona hace ya unos años, estaríamos violando derechos relacionados con la participación democrática.
De manera inherente, cualquier algoritmo que basa su actividad en la interpretación y análisis de conjuntos masivos de datos, tiende por inercia y naturaleza violar los derechos de protección de datos. Llegando en muchos casos, incluso, a acentuar todavía más las desigualdades existentes en materia social.
El caso de Reino Unido y la Inteligencia Artificial aplicada al rendimiento escolar
En el año 2020, tal y como recoge el diario británico The Guardian, el Ministerio de Educación inglés utilizó un algoritmo que permitía evaluar el rendimiento de los estudiantes. El 40% de los mismos recibieron hasta un 40% de notas más bajas que las que fueron dictadas por los equipos docentes inicialmente.
Entre las diferentes conclusiones que se extrajeron, la más llamativa fue la inclinación del algoritmo hacia los estudiantes que participaban en colegios privados frente a los que lo hacían en entidades públicas. Demostrando sus notables limitaciones.
El uso de Inteligencia Artificial en la actualidad
Los usos de la Inteligencia Artificial en el momento actual son muy variados y engloban diferentes realidades. En muchos casos, ni siquiera el ser humano tiene la percepción de estar guiado a través de esta tecnología. Para ello, nos encontramos con campos como la publicidad, el sector de la traducción, la redacción o el diseño gráfico. Además de las recomendaciones de compras, la banca, y la mayoría de las decisiones que podemos tomar en el sector turístico en el momento de llevar a cabo cualquier reserva.
En todos los campos mencionados hasta el momento actual, los datos personales y biométricos actúan como la principal vía que se utiliza para su nutrición. Sin embargo, ¿no debería existir una regulación en torno al uso que se hace de este conjunto de datos?
Cuando la ética conoce a la Inteligencia Artificial
La pregunta, ahora, es: ¿Cuál es el código ético que rige a la Inteligencia Artificial? Si volvemos a acudir a la propia RAE, mediante el concepto de ética se hace referencia al «Conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida». Además de añadir de tildarse como adjetivo «recto, conforme a lo moral».
La Inteligencia Artificial atañe un importante riesgo a la concepción de ética tal y como la conocemos. La explicación se debe a que no encontramos ninguna regulación, organismo o motor que se encargue de valorar el comportamiento ético